Fryderyk Franciszek Chopin
(Szopen), en francés,
Frédéric François Chopin
(Żelazowa Wola, Polonia, 1 de
marzo de 1810-París, Francia, 17 de
octubre de 1849)
Localización y vista de la pequeña aldea de żelazowa wola en el voivodato de Mazovia a 46Km de Varsovia y Casa de nacimiento de Fryderyk Chopin, en primer plano un busto del artista
Piano Concerto No. 1 Op.11
Chopin, frágil genio delicado
Fotografía de Chopin. Se cree que fue tomada en 1849, poco antes de su muerte, por el fotógrafo Louis-Auguste Bisson.
Frédéric Chopin nació el 1 de marzo o el 22 de febrero de 1810 en Zelazowa Wola, en los alrededores de Varsovia, en el seno de una familia de refinada cultura. siempre celebró su cumpleaños el 1 de marzo, pero en su partida bautismal figura como nacido el 22 de febrero. Si bien lo más probable es que esto último fuese un error por parte del sacerdote. Su padre, de origen francés, trabajó primero como preceptor de los hijos de una familia noble y posteriormente fue profesor de francés en una escuela de la capital polaca. El salario regular y los ingresos de las lecciones particulares que impartía le permitieron asumir siempre con holgura sus deberes de cabeza de familia. En cuanto al propio Chopin, fue un niño prodigio. Aprendió con tanta rapidez el arte de la música, que cuando cumplió doce años su maestro, el violinista bohemio Wojcieck Zywny, tuvo que reconocer que ya no le quedaba nada más que enseñarle. Para entonces, el niño ya se exhibía como virtuoso en los principales salones de la sociedad aristocrática de Varsovia. De hecho, con siete años, antes incluso de saber escribir, había compuesto una polonesa, que fue transcrita por su padre. El paso al conservatorio puso de manifiesto la naturaleza frágil y delicada del músico, que necesitaba largas vacaciones para descansar de la tensión emotiva producida por el trabajo académico, así como un programa de estudios especial, que ademas de estimular su genialidad tuviera en cuenta la debilidad de su constitución, incapaz de resistir la prueba de un método demasiado riguroso. Tras finalizar los estudios y obtener el título de bachiller, Chopin ingresó en la Escuela Superior de Música de Varsovia, dependiente entonces de la universidad de la capital polaca. En el documento acreditativo de sus estudios, las autoridades académicas hablaron abiertamente de "genio musical". Los viajes, primero a Berlín y luego a Viena, le permitieron entrar en contacto con ambientes musicales mucho más animados que los de Varsovia. Aun así, Chopin no encontró en Viena el éxito que había esperado. En la capital austriaca llevó una vida gris y miserable, con la constante preocupación de las noticias que le llegaban de su país, alterado por los movimientos patrióticos insurreccionales. Durante el viaje de Viena a Londres, se enteró de la derrota de las fuerzas polacas a manos de las tropas zaristas. La reacción de Chopin, solo en un país extranjero, fue confiar al teclado sus tumultuosos sentimientos, dando vida de esta forma a varias composiciones que algunos biógrafos definen como "políticas". Es importante notar el uso del teclado del piano como si se tratara de un diario al cual confiaba sus experiencias personales, transfigurándolas en hecho sonoro. Mientras tanto, Chopin comenzó a visitar París, donde por mediación del famoso Paër, uno de los compositores de ópera más aclamados del momento, dio un concierto público en la Sala Pleyel. El resultado no fue faborable. Hay que tener en cuenta que a Chopin nunca le gustó exhibirse en conciertos públicos y que si accedía a darlos, no lo hacía de buen grado. No le había costado mucho aceptar los consejos del rector de la Escuela Superior de Música de Varsovia, que le había disuadido del proyecto de desarrollar una carrera como concertista. Su obra pianística, totalmente original, no estaba hecha para los grandes auditorios, siempre en busca de piezas más sencillas y a la vez más deslumbrantes. Su forma de tocar era ideal, en cambio, para las veladas organizadas por refinados y aristocráticos aficionados a la música en las diversas capitales europeas. Precisamente de la aristocracia polaca recibió la ayuda que necesitaba para solucionar su situación financiera, que era crítica. Los nobles polacos, exiliados y refugiados en París, que lo conocían bien, lo presentaron a la nobleza parisiense. Chopin entró en contacto así con las mejores familias de la capital francesa y accedió de esta forma a una cómoda posición como profesor de música, que le permitió solucionar los problemas económicos más acuciantes. Comienza aquí el mito de Chopin. Apuesto y desgraciado, fascinante y delicado, patriota ardiente e hijo de una nación oprimida pero particularmente caballeresca en su forma de hacer frente a la tiranía zarista, Chopin parecía encarnar el ideal del héroe romántico tal como se había venido configurando en la literatura europea de aquellos años. Un análisis más detenido nos permitirá comprobar que esa aureola mítica surgida en torno a su figura no benefició para nada a su música, que demasiado a menudo se interpreta en clave autobiográfica, a la luz de un sentimentalismo que ha acabado por ofuscar la grandeza musical de las composiciones de Chopin, cuya importancia supera ampliamente la del mero romanticismo manierista.
El encuentro de su vida
Mientras tanto, en torno a 1830, Chopin entró en contacto con muchos grandes músicos
presentes en París, entre ellos Vincenzo Bellini, que se había desplazado a la capital francesa
para el estreno de su ópera I Puritani y donde encontró la muerte en misteriosas circunstancias.
En 1838, Chopin vio por última vez a sus padres, con quienes se reunió en el balneario de
Karlsbad. En esa ocasión pidió y obtuvo la mano de María Wodzinski, pero el compromiso
acabó por romperse, porque la familia de la joven, preocupada por la precaria salud de Chopin
-que padecía tuberculosis-, no veía con buenos ojos la perspectiva del matrimonio, al que sólo
había accedido inicialmente por motivos económicos. En 1836 se produjo el encuentro con
quién sería para Chopin la mujer de su vida. En una de las veladas musicales organizadas por el célebre Liszt, conoció a George Sand, seudónimo de Amandine-Lucie-Aurore Dupin,
baronesa de Duvedant. George Sand, una de las escritoras francesas más interesantes del siglo
XIX, combinó el éxito obtenido por sus obras con el escándalo causado por su forma de vida,
considerada provocativa por la sociedad de la época, que la tildó de "mujer diabólica" por su
actitud rebelde y por vestirse con ropas masculinas. El acercamiento no fue fácil. Pese a los
avances de la famosa escritora, Chopin no parecía interesado en ella. Pero George Sand no se
dio por vencida, hasta que en 1838 se encendió entre los dos una violenta pasión. Decididos a
hacer realidad su sueño de evasión hacia románticos paraísos olvidados, los amantes decidieron
instalarse en Mallorca. La decisión fue desastrosa. El supuesto Edén habitado por gentes
primitivas y por lo tanto amables y felices resultó ser para ellos un ambiente hostil y nada
estimulante. El contacto directo con la naturaleza, en lugar de favorecer sus respectivos trabajos,
acabó por convertirse en un obstáculo. Incluso el clima de Mallorca se reveló perjudicial para la
precaria salud de Chopin. Después de varios cambios de casa, se refugiaron en la cartuja de
Valldemosa y finalmente regresaron a Francia. El viaje de regreso a París fue un verdadero
calvario para Chopin, que se recuperaba con dificultad de las crisis provocadas por los avances
de su enfermedad. Sobre la relación entre Chopin y George Sand, como no podía ser de otra
manera, se han vertido ríos de tinta. La talla de los dos personajes, las características de la
relación y todo en general pareció combinarse para formar una auténtica leyenda de amor, que
ha encontrado defensores apasionados y enemigos encarnizados, dispuestos a acusar a la
escritora de haber destruido y aniquilado el genio creador de Chopin. Sin embargo, si nos
atenemos a los hechos, veremos que los largos años de su relación fueron los más fructíferos
desde el punto de vista musical y aquellos en los que el compositor afianzó su éxito,
convirtiéndose en un fenómeno por encima de las modas cambiantes. No solo fue invitado a
tocar en presencia de Luis Felipe de Orleans, a la sazón rey de Francia, sino que dio dos
conciertos en la Sala Pleyel que con toda justicia pueden considerarse históricos. Hay que
reconocer, en cambio, que cuando la relación terminó, Chopin acusó duramente el golpe.
De hecho, la separación no fue de las más agradables, sobre todo porque la propia Sand hizo
circular todo tipo de infundios acerca del músico. Lo acusaba de haberse puesto de parte de
la hija de ella, Solange, cuando ésta decidió casarse en contra de la voluntad de su madre;
pero, lo que es mucho peor, añadía que previamente el compositor la había seducido. Tanta
rabia y acritud provocaron un auténtico terremoto mundano, dada la fama de los dos personajes
implicados. En 1848, agobiado física y moralmente, y aterrorizado por el riesgo de una nueva
revolución, Chopin dio un último concierto en la Sala Pleyel, antes de partir para Inglaterra. La
estancia en tierras británicas tampoco fue positiva. La gira realizada por varias ciudades, entre
ellas Glasgow, puso de manifiesto las dificultades que tenía el músico para establecer contacto
con el público normal de las salas de concierto y para adaptarse a las condiciones imperantes
lejos de París, la ciudad que lo había adoptado y le había hecho vivir en el centro de un mundo
elegante y aristocrático. Así pues, aunque sus amigos ingleses le brindaron una afectuosa
acogida, después de dar en Londres un concierto en beneficio de los refugiados polacos, el
compositor regresó a París, entre otras cosas por motivos de salud. De hecho, el clima de
Inglaterra no era el más apropiado para un enfermo de tuberculosis. En la capital francesa
disponía de un lujoso apartamento en la plaza Vendôme, donde le sorprendió la muerte el 17 de
octubre de 1849. Los funerales, a los que acudió una conmovida multitud, fueron solemnes y
se celebraron en la histórica iglesia de la Magdalena. Recibió sepultura en el cementerio
parisiense del Père Lachaise, donde yacen también otras grandes personalidades del arte y la
literatura, como Balzac o Edith Piaf. Pero el corazón del músico fue extraído de su pecho y
enviado en una urna a Varsovia, donde reposa en la iglesia de la Santa Cruz, a la que acudía en
sus años de juventud. Así pues, incluso en la muerte, su cuerpo reposa en las que pueden
considerarse sus dos patrias: Polonia y Francia.
de su enfermedad. Sobre la relación entre Chopin y George Sand, como no podía ser de otra
manera, se han vertido ríos de tinta. La talla de los dos personajes, las características de la
relación y todo en general pareció combinarse para formar una auténtica leyenda de amor, que
ha encontrado defensores apasionados y enemigos encarnizados, dispuestos a acusar a la
escritora de haber destruido y aniquilado el genio creador de Chopin. Sin embargo, si nos
atenemos a los hechos, veremos que los largos años de su relación fueron los más fructíferos
desde el punto de vista musical y aquellos en los que el compositor afianzó su éxito,
convirtiéndose en un fenómeno por encima de las modas cambiantes. No solo fue invitado a
tocar en presencia de Luis Felipe de Orleans, a la sazón rey de Francia, sino que dio dos
conciertos en la Sala Pleyel que con toda justicia pueden considerarse históricos. Hay que
reconocer, en cambio, que cuando la relación terminó, Chopin acusó duramente el golpe.
De hecho, la separación no fue de las más agradables, sobre todo porque la propia Sand hizo
circular todo tipo de infundios acerca del músico. Lo acusaba de haberse puesto de parte de
la hija de ella, Solange, cuando ésta decidió casarse en contra de la voluntad de su madre;
pero, lo que es mucho peor, añadía que previamente el compositor la había seducido. Tanta
rabia y acritud provocaron un auténtico terremoto mundano, dada la fama de los dos personajes
implicados. En 1848, agobiado física y moralmente, y aterrorizado por el riesgo de una nueva
revolución, Chopin dio un último concierto en la Sala Pleyel, antes de partir para Inglaterra. La
estancia en tierras británicas tampoco fue positiva. La gira realizada por varias ciudades, entre
ellas Glasgow, puso de manifiesto las dificultades que tenía el músico para establecer contacto
con el público normal de las salas de concierto y para adaptarse a las condiciones imperantes
lejos de París, la ciudad que lo había adoptado y le había hecho vivir en el centro de un mundo
elegante y aristocrático. Así pues, aunque sus amigos ingleses le brindaron una afectuosa
acogida, después de dar en Londres un concierto en beneficio de los refugiados polacos, el
compositor regresó a París, entre otras cosas por motivos de salud. De hecho, el clima de
Inglaterra no era el más apropiado para un enfermo de tuberculosis. En la capital francesa
disponía de un lujoso apartamento en la plaza Vendôme, donde le sorprendió la muerte el 17 de
octubre de 1849. Los funerales, a los que acudió una conmovida multitud, fueron solemnes y
se celebraron en la histórica iglesia de la Magdalena. Recibió sepultura en el cementerio
parisiense del Père Lachaise, donde yacen también otras grandes personalidades del arte y la
literatura, como Balzac o Edith Piaf. Pero el corazón del músico fue extraído de su pecho y
enviado en una urna a Varsovia, donde reposa en la iglesia de la Santa Cruz, a la que acudía en
sus años de juventud. Así pues, incluso en la muerte, su cuerpo reposa en las que pueden
considerarse sus dos patrias: Polonia y Francia.
Tumba de Frédéric Chopin en el cementerio del Pere Lachaise en París, Francia. |
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