lunes, 23 de abril de 2018

Enrique Granados (1867-1916)

Enrique Granados en 1914













Pantaleón Enrique Joaquín Granados Campiña
Lleida, "Lérida", 27 de julio de 1867- Canal de la Mancha, 24 de marzo de 1916)






Infancia





En 1874 su padre sufrió un grave accidente al caerse de su caballo, y las complicaciones de salud surgidas
a raíz del percance llevaron a la familia a trasladarse a Barcelona. El capitán José Junqueda dio al jovencísimo
Granados sus primeras lecciones de piano y solfeo.

Enrique ingresó en 1879 en la Escolanía de la Mercé, en la que empezó a recibir clases del maestro
Francisco Javier Jurnet, quien después diría de Granados que había sido el alumno más brillante que había
tenido nunca.

Los Granados eran familia muy numerosa y Enrique era uno de los hermanos mayores. Los estudios de
Enrique se vieron interrumpidos durante una breve estancia en Olot (Gerona) donde su hermano mayor, militar
como el padre, se hallaba destinado.

Al margen de su dedicación al estudio, Enrique tocaba frecuentemente para los visitantes. Uno de los asíduos
de la casa de los Granados, el pianista Joan Picó, consideraba al joven Granados como un verdadero “niño
prodigio”, y convenció a su madre para que fuesen a visitar al maestro Juan Bautista Pujol (1835-1898),
considerado por aquel entonces como el mejor profesor de piano de Barcelona.






   



 Enrique Granados: Doce danzas españolas Op. 5

1. Minueto 2. Oriental 3. Fandango, danza gallega 4. Villanesca 5. Andaluza (playera) 6. Rondalla aragonesa 7. Valenciana (calesera) 8. Sardana 9. Mazurca (romántica) 10. Danza triste (melancólica) 11. Zambra 12. Arabesca 









Pianista de Café




     Quizá debido a las dificultades económicas derivadas de la muerte de su padre, Granados tuvo que abandonar sus estudios con Pedrell y ponerse a trabajar como pianista en algunos cafés de Barcelona. La familia Granados era, como se ha dicho, muy numerosa. En aquella época eran ya 10 de familia en la casa del paseo de Gracia, entre Enrique, su madre y varios hermanos con sus propios hijos.

     En enero de 1886 Enrique Granados comenzó a tocar cinco horas diarias en el Café de las Delicias. El café, que fue rebautizado más tarde con el nombre de Lion d'Or, era considerado como uno de los mejores de Barcelona. Fue descrito en su grandeza al detalle por Narcís Oller en su novela La Bogería, aunque para la época en la que Granados entró a trabajar ya se había degradado y pasado de moda considerablemente. El gusto de los dueños parecía centrarse casi exclusivamente en torno a refritos operísticos recargados de efectos y florituras varias, que el joven Granados se veía incapaz de producir y a menudo de interpretar. Por estos escrúpulos artísticos o por otras razones perdió pronto su trabajo en el café.









     A pesar de ser probablemente el profesor particular de piano mejor pagado del país, Granados se daba cuenta de que España no le ofrecía la posibilidad de terminar sus estudios musicales, de modo que se decidió a marchar a París, siempre con el apoyo del empresario Conde. De todos modos, y para aumentar los ahorros necesarios para un viaje de esa envergadura se puso nuevamente a trabajar en un café, esta vez en el Café Filipino de Barcelona. Permaneció allí dos meses, improvisando melodías populares y acompañando a patrones de dudosos gustos musicales, actividad que describió con punzantes detalles en su diario. En septiembre de 1887 pudo por fin ponerse en camino hacia París.




París




     El objetivo inicial de Granados en París era el de entrar en el muy prestigioso Conservatorio, en el que ya cursaran estudios algunos de sus maestros. Desgraciadamente contrajo a su llegada la fiebre tifoidea, y para el momento de su recuperación había superado ya la edad máxima de acceso. Enrique decidió entonces estudiar piano privadamente con Charles Wilfrid de Bériot (1833-1914), uno de los profesores del Conservatorio. Entre los otros alumnos de Bériot se contaban un jovencísimo Maurice Ravel (1875-1937) y Ricardo Viñes (1875-1943), su acompañante en el concierto del Ateneo de Barcelona de 1886, también de Lérida, con quien Granados compartía alojamiento en el Hotel de Cologne et d’Espagne de la Rue de Trévise.








     No está muy claro que París representase una gran influencia en la música del joven compositor. La música francesa por otra parte se hallaba en aquel entonces en una fase de transición; la influencia de la escuela franco-belga de César Franck y Vincent d'Indy ya se desvanecía, mientras que el impresionismo no representaba aún una fuerza musical significativa. Parece que Granados se aproximó a círculos musicales franceses más conservadores, tales como d’Indy o la Schola Cantorum. Aunque Enrique Granados mantuvo sus vínculos con París durante toda su vida, no se sintió nunca especialmente atraído por el lenguaje musical francés, al contrario que alguno de sus contemporáneos tales como Albéniz. El estilo maduro de Granados tiene más que ver con la propensión tardo-romántica hacia el cromatismo serpenteante, los brotes de virtuosismo y las reminiscencias temáticas. No obstante se ha dicho que la yuxtaposición de lo modal y lo tonal en sus partituras puede atribuirse a la influencia de la música francesa. Según parece, Granados compuso en París su Jota para Miel de la Alcarria (dedicada a Viñes) así como muchas de sus Doce Danzas Españolas.






 Miel de la Alcarria, jota (1894)





     En todo caso, además de formarse con Bériot, París le dio a Granados la oportunidad de consolidar su amistad con Albéniz, que había sido condiscípulo suyo en Barcelona, y de entablarla con los músicos franceses más representativos del momento, como Fauré, Debussy, Ravel, Dukas, el mencionado D’Indy y Saint-Saëns.








     Después de unos dos años en París, y tras varios intentos infructuosos de atraer el interés de los editores parisinos hacia sus obras, Enrique Granados regresa a España.




Regreso a Barcelona y andanzas por Madrid





     A su regreso, Granados negoció la publicación de sus Doce Danzas Españolas con la prestigiosa Casa Dotesio, de Barcelona. Publicadas individualmente en los primeros años 90, las Danzas Españolas supusieron el primer reconocimiento internacional de Granados ya que muchos de los compositores consagrados del momento, tales como Cui, Massenet, Saint Saëns y Grieg las elogiaron efusivamente.

















     En realidad, Granados estuvo bastante activo durante ese periodo. Pasó buena parte de 1894 y 1895 en Madrid, intentando publicar su música y obtener una plaza como profesor de piano en el Conservatorio. Pero al igual que le sucedió en París, cayó enfermo y no pudo presentarse a las oposiciones. Además, según parece, el jurado estaba a favor de Pilar Fernández de la Mora, una favorita de la audiencia del Madrid de aquellos tiempos. Granados también ofreció algunos conciertos en el Salón Romero. Entre los asistentes se encontraba un joven y prometedor violoncelista, Pablo Casals (1876-1973).

     En octubre de 1895 Granados se encontraba ya de regreso en Barcelona. Bajo los auspicios de la Societat Catalana de Concerts ofreció varios conciertos de sus obras así como de d'Indy y Albéniz, a menudo en compañía del violinista belga Mathieu Crickboom (1871-1947), quien se había afincado en Barcelona en 1895.

    Tras la disolución de la Societat Catalana de Concerts en el verano de 1897, Crickboom fundó la Societat Filharmónica con el objetivo de promover la música de cámara en el panorama musical barcelonés, esencialmente dominado por la ópera. Granados debutó con la Filharmónica el 9 de noviembre de 1897 en la Sala Estela, donde tocó con Crickboom y Pablo Casals. En los siguientes siete años tocó con la 'Societat Filharmónica en veinticinco ocasiones, a menudo con Casals y ocasionalmente estrenando en Barcelona obras procedentes de Francia, tales como la Sonata para Violín op. 75 de Saint-Saëns (1902). También continuó componiendo, aunque ninguno de sus conciertos de cámara (como los que compuso en Madrid) figura en el programa de la Societat. En esta época Granados había ya ensayado la composición orquestal, y sus obras Suite sobre cantos gallegos y Marcha de los vencidos se habían estrenado en octubre de 1899. En noviembre de ese año estrenó en Barcelona Valses Poéticos, que fue calurosamente acogida por el público.





 Valses Poéticos 




     A mediados de 1898 Granados regresó a Madrid para estrenar su primera obra escénica, María del Carmen, que fue un rotundo éxito en una época en la que el llamado género chico gozaba de una inmensa popularidad. Aunque hubo algunas críticas al libreto, esta zarzuela le supuso a Granados un enorme éxito comercial. Permaneció en cartel durante mucho tiempo, y su popularidad llegó a oídos de la Reina Regente, María Cristina, quien condecoró a Granados con la Cruz de Carlos III. La obra cosechó también un éxito considerable en Barcelona y en Valencia.






 Allegro de Concierto op. 46. 




Granados y su relación con el Orfeó Català
y el Palau de la Música Catalana



     En 1891 Granados participa en la fundación de uno de los símbolos musicales más visibles de Barcelona, el Orfeó Catalá. Hacía ya tiempo que el entusiasmo por el idioma y la literatura de Cataluña, fomentado por el movimiento de mediados de siglo conocido como Renaixença, había penetrado en la vida musical, y los compositores de Barcelona se aprestaron a expresar estos sentimientos a través de nuevos arreglos de canciones populares tradicionales. Las últimas décadas del siglo vieron la aparición de diversos coros que interpretaban el repertorio popular tradicional así como las nuevas obras de los compositores catalanes, obras clásicas o una combinación de lo anterior. La fundación del más influyente de estos coros, el Orfeó Catalá, se atribuye generalmente a Amadeu Vives (1871-1932) y Lluís Millet (1867-1941). El diario de Enrique Granados, sin embargo, deja poco lugar a dudas sobre su papel esencial en la formación, a la que también contribuyó Enrique Morera. Desde la fundación, Granados formó parte de la Comisión de Enseñanza y estuvo como jurado en una de las convocatorias del concurso musical de la Festa de la Música Catalana al lado de Lluis Millet y Antoni Nicolau. Granados interpretó él mismo sus Danzas españolas en el primer concierto del Orfeó Català en 1892. Al año siguiente, estrenó en este contexto la Oriental para cuerda y oboe. Además dedicó conciertos en honor a los coristas, como el celebrado en mayo de 1902. También estrenó obras junto a ellos, como el poema sinfónico para orquesta Dante, o su pieza para voz y piano Elegía eterna. Según parece el Orfeó adquirió pronto un tinte político, lo que disgustó considerablemente a Granados quien, hablando de los llamados Catalanistas Musicales (a menudo poco receptivos a las tradiciones musicales andaluzas y castellanas) hizo las siguientes declaraciones:

[…]Al Orfeó se le quiere dar un color político catalanista, y en eso no estoy conforme. A mí me parece que el Arte no tiene nada que ver con la Política… Esto me ha causado algunos disgustos, llegando a recibir desprecios y anónimos en que se me acusa de escribir danzas andaluzas. ¡Como si eso fuera un pecado!… Yo me considero tan catalán como el que más, pero en mi música quiero expresar lo que siento, lo que admiro y lo que me parezca bien, sea Andaluz o Chino.



 Dante, Poema Sinfónico (1908) 





     En cualquier caso Granados mantuvo lazos cordiales durante toda su vida tanto con el Orfeó como con el resto de sus fundadores, dio varios conciertos a beneficio del Orfeó y lo contrató para el estreno de dos de sus más ambiciosas composiciones vocales, el Cant de les Estrelles (1911) y la Elegía Eterna (1914). Tras la muerte del matrimonio Granados, el Orfeó Català envió telegramas, mensajes a embajadas y sociedades filarmónicas de todo el mundo para recaudar fondos destinados a sus hijos.



 El Cant de les Estrelles 



     La relación entre Enrique Granados y el Orfeó Català no solamente se puede percibir en los programas de mano conservados, sino que también se puede visualizar en la correspondencia entre el compositor y otras personalidades de la institución. Entre la documentación histórica del archivo del Orfeó Català se encuentran varias cartas que testimonian la buena relación que había con Lluis Millet, Francesc Pujol o con el presidente de la institución Joaquín Cabot. Además de dos cuadros pintados por el músico que dejan patente su afición hacia la pintura. En uno de ellos está representado el guacamayo de Apel·les Mestres,​ mientras que en el otro aparece el dibujo de un violín.






 Elegía eterna







Granados y Goya





     Granados sentía una verdadera pasión por el tiempo de Francisco de Goya y el ambiente casticista que el pintor supo retratar. Consideraba a Goya como "el genio representativo de España". Poseía varias obras del pintor y, dado que Granados tenía buena mano para el dibujo y la pintura, llegó a retratarse a sí mismo disfrazado de "goyesco" y produjo varias láminas con motivos inspirados en la obra de Goya. De esta devoción nacen los dos cuadernos de Goyescas, para piano, con el subtítulo Los majos enamorados. Estas impresiones musicales en siete escenas, ilustran el desarrollo de una pasión amorosa entre dos "majos", desde su primer encuentro hasta la trágica muerte del "mayoría" y la posterior aparición de su espectro. Goyescas ha sido considerada desde diversos puntos de vista; a veces como una especie de conjunto de improvisaciones, otras como una narración continua con el uso del leitmotiv de inspiración wagneriana, otras veces se ha criticado la excesiva tendencia a la repetición de pasajes o frases, desembocando en una cierta monotonía, que sólo puede salvar el acertado tratamiento de los temas, del color, del ritmo y de la armonía. Goyescas se estrenó en 1911 en el Palacio de la Música Catalana. La consagración mundial de Granados tuvo lugar con el estreno de Goyescas en la Sala Pleyel de París en 1914. Tan grande fue el éxito que se le concedió al músico la Legión de Honor de la República Francesa. Hijas de la pasión por los ambientes "goyesco" son también las Tonadillas, para voz y piano, escritas sobre unos desafortunados textos de Fernando Periquet. Se trata de una serie de diez canciones en las que Granados trata de recrear el ambiente madrileño de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, inspirado en las obras de Goya, desde la luminosidad de los cartones para tapices al dramatismo de los Caprichos.



 Goyescas 



     Enrique Granados también compuso la ópera Goyescas en 1915 a partir del material musical de la obra pianística.





En América










  Finalmente Granados y Amparo zarparon del puerto de Barcelona en noviembre de 1915 en el buque Montevideo, en el que viajaba también el guitarrista Miguel Llobet. Eso sin duda les permitió hacer una travesía más entretenida, hablando de cosas de Barcelona, pero como veremos aquel viaje de ida no estuvo exento de percances. Hicieron escala en Cádiz, y el 30 de noviembre zarparon de nuevo rumbo a Nueva York. Durante la travesía, el Montevideo fue interceptado por el destructor Cassard, de la Armada Francesa, para una verificación. Aunque todo se resolvió sin problemas y con la mayor celeridad posible, el incidente fue suficiente para poner nervioso al pasaje hasta el punto que Granados, siempre bromista, comentó: «¡Si nos vuelven a parar, me apeo!».

  En una carta escrita a sus hijos durante la travesía y despachada en Nueva York, dice:


[…] debíamos estar navegando 10 días y hemos estado 15. Unas cuántas horas de calma y el resto un temporal que no se acababa nunca. Creíamos que no os volveríamos a ver. Una tarde, vuestra madre y yo, nos abrazamos y rezamos para que Dios os guiara[…]



  Llegaron a Nueva York el 15 de diciembre. Comenzó enseguida una actividad frenética de preparativos, contactos y ensayos con la orquesta. Tal y como se había planeado, Pablo Casals ya había dirigido los ensayos principales, y Granados y el famoso violonchelista ofrecieron un concierto en la Friends of Music Society antes del estreno de Goyescas unos días más tarde. Además, Granados grabó algunos rollos de pianola para la compañía Aeolian y tuvo una intensa vida social, ya que la sociedad neoyorquina consideraba como un verdadero lujo contar en la ciudad con un artista europeo del renombre de Granados, de manera que era invitado constantemente a cócteles y recepciones.

  Poco antes del estreno el empresario del Metropolitan dijo a Granados que, a su parecer, a Goyescas le faltaba un interludio. Granados escribió entonces la que fue su última composición, que luego se haría especialmente famosa. El compositor no quedó muy satisfecho, y le dijo a Casals: «He hecho una cosa de mala fe, vulgar, de cara al público. ¡Me ha salido una jota!» a lo que Casals respondió: «Perfecto. ¿No era aragonés Goya?».

  El estreno tuvo lugar finalmente el 26 de enero de 1916, siendo dirigida la orquesta por el maestro Gaetano Bavagnoli, y el coro por Giulio Setti. El éxito fue apoteósico, y la duración de las ovaciones histórica. Granados escribió a su amigo Viñes: «Por fin he visto realizados mis sueños (...) Toda mi alegría actual la siento más por todo lo que tiene que venir que por lo que he hecho hasta ahora».



 Goyescas





  La crítica, sin embargo, no fue favorable, y la obra se representó únicamente cinco veces y resultó un fiasco comercial. A pesar de eso, la popularidad de Granados subió hasta las nubes hasta el punto que el presidente Wilson le invitó a la Casa Blanca. Este homenaje tendría, como se explica más abajo, consecuencias funestas para el matrimonio Granados.

Los Granados tenían pasajes de regreso para el día 8 de marzo en el buque de bandera española Antonio López que hacía la línea Nueva York-Barcelona, pero para poder asistir a la recepción de la Casa Blanca pospusieron la fecha del viaje tres días. Esta vez el viaje incluía un transbordo en Inglaterra y un trayecto en tren: De Nueva York a Falmouth viajarían en el SS Rotterdam, de bandera holandesa, y desde Folkestone a Dieppe (Francia) en el Sussex, de bandera francesa. En Dieppe tomarían un tren con destino a Barcelona.

La recepción y concierto en la Casa Blanca tuvieron lugar el 7 de marzo. Al día siguiente el embajador de España, Juan Riaño y Gayangos, ofreció un almuerzo en su honor durante el cual le hizo ver el peligro de embarcarse en una nave de un país beligerante, por más civil que esta fuese. Granados se alarmó hasta el punto que intentó cambiar los pasajes, pero ya no había tiempo y su impaciencia por regresar a casa le llevó a persistir en la ruta mencionada.

Los Granados se embarcaron en el puerto de Nueva York el 11 de marzo de 1916. La despedida en el muelle fue muy emotiva, acudiendo muchos amigos tales como Schelling, Kreisler y Paderewski. Le fue entregada una copa de plata conmemorando el estreno de Goyescas en Nueva York, firmada por todos los artífices del acontecimiento y con más de cuatro mil dólares en su interior.

El matrimonio Granados llegó a Falmouth el 19 de marzo, dirigiéndose a continuación a Londres para visitar la ciudad y encontrarse con algunos amigos. Entre ellos se encontraba el escultor Ismael Smith, quien hizo durante aquellos días una máscara de arcilla del rostro del compositor. Enrique Granados tuvo además varios encuentros con empresarios británicos para proponerles la representación de Goyescas en Londres, pero éstos no se interesaron por el proyecto.








  La proa del Sussex se hundió enseguida, mientras que la popa quedó a la deriva y fue remolcada posteriormente hasta el puerto de Boulogne. El camarote de los Granados se hallaba en la popa, y en él fueron encontrados sus equipajes y muchos objetos personales, pero se sabe que en el momento del impacto el matrimonio se encontraba en otra parte del barco. Según testigos oculares, Enrique Granados se lanzó al agua y fue izado al poco a bordo de una de las lanchas de salvamento, pero al ver poco después a su esposa debatiéndose entre las olas, se lanzó a rescatarla, siendo engullidos los dos por el mar.

  
  En la catástrofe del Sussex perdieron la vida otras ochenta personas. Juan Ramón Jiménez, radicado en Nueva York en esos tiempos, dedica el Poema LXXXI «Humo y oro» de su Diario de un poeta recién casado a Enrique y Amparo Granados, cuando se entera del hundimiento del Sussex, publicado en la prensa norteamericana el 27 de marzo.




 Grandes músicos: Enrique Granados